jueves, 5 de enero de 2012

EQUIS

                                                                                                               
                                                                                                             Dedicado  a  J. L. B.
                                                                                                                 y sus desiertos




    Equis despierta. Solitario.
    Lo amenaza el sol, de distraído encono. Mira en derredor su soledad total, de no ser por la arena que lo sostiene, el cielo que lo rodea, el sol y su propio cuerpo.
    No sé si alguien lo dejó allí. Si es parte de un experimento científico, artístico, divino. O si es uno de los primeros hijos del big bang, o es un dios, o es el Dios, creador del todo, y de sí mismo.
    Nada sabemos, salvo que es ya adulto; que se pone de pié; que camina en la arena; que nada sabe, más de lo que ve; que él mismo, en su despertar, comienza el aprendizaje de su propia vida. Para él, su presente es la eternidad.
    No sabemos si su vida empieza allí y ahora, aunque para nosotros, Equis acaba de nacer.
    Tampoco sabemos si es capaz de articular palabra. Pero sí que empieza a caminar cada vez más rápidamente. Se dirige sin saberlo hacia el norte, que para él es sólo hacia delante, aunque, en realidad, es hacia delante sólo para nosotros.
    De repente, se detiene. Mira sus manos, sus pies y piernas, su torso. Equis está desnudo. Mira sus manos de nuevo. Sin saber demasiado para qué, casi con un instinto sin sentido; cierra uno de sus ojos, y ve una parte de su nariz; saca la lengua, y ve la punta. Abre el ojo. Pestañea.
    Lleva las manos al rostro. Se acaricia. Se rasguña, y conoce el dolor. Baja sus manos, y empieza a correr desesperado. La arena lo ataca, hirviendo. Mientras corre, se toca uno de los ojos, y se lastima la pupila.
    Para, grita sórdidamente. No grita una palabra, sólo grita un dolor aquejante. Y con las lágrimas que siente caer hasta la arena por su rostro y el aire, Equis se da cuenta de que lo que le permite verse y ver su alrededor, es algo que está impedido de ver.
    Vaga desesperado durante tres días y dos noches. Conoce el color negro, la luna y las estrellas, pero no esos nombres.
    Al tercer día, a punto de morir de sed, Equis vislumbra un oasis a lo lejos. Corre con lo que le queda de fuerzas. Llega a la orilla, y acomete el último y más anhelado acto de su vida: ve sus propios ojos, y en ellos el agua…    

Génesis



Ese día, Dios se sintió aburrido.
Empezó a planificar: imaginó el boceto de un árbol, el croquis de una semilla de girasol, el plano de una terminal hidroeléctrica, el diseño de la prefiguración mental del primer frasco que contendría un Chanel, las pinceladas que estructurarían los pliegues de la barba de Marx, y también las estructuras pinceladas en los pliegues de su cerebro. 
Luego, se sintió estresado y se recostó a descansar en la nada. Soñó consigo mismo planificando todo eso y más.
Tras despertarse, se vio atrapado en su propio ser, desolado, tan conectado con el todo que el aislamiento lo asfixiaba.
Se dijo que idearía de una vez por todas el universo, las galaxias, las constelaciones, las estrellas, las constelaciones de galaxias y estrellas………………………….y allí, el planeta tierra, y en el planeta tierra, el ser humano.
Y pensó que primero le daría la oportunidad al hombre de sentirse sólo, a pesar de que él mismo, Dios, estaría a su lado, y de que pida una compañera, y de que donara una costilla, y de que conociera el pecado, para que él, Dios, sintiera por primera vez celos de algo, y frustración.
Dios se cansó de tanto pensar, y durmió de nuevo.
Se despertó, miró a su alrededor, y entristecido recomenzó su planificación universal.
Bosquejó la mente humana, con todo, sus tesis, sus antítesis, sus terceras posiciones. Ideó las creencias religiosas, las separaciones de las Iglesias, la meditación, el Corán, los mandamientos, la esclavitud, las razas, las pirámides, los egipcios torturando a los judíos, las siete plagas matando a los egipcios, los nazis cristianos gaseando a los judíos, los judíos bombardeando a los palestinos, los palestinos pidiendo venganza de muerte contra los judíos. Pensó en Hiroshima, y se estremeció…
Entrevió la tensión entre Predestinación y Libre Albedrío.
Se acostó nuevamente a dormir, y soñó con todo lo que había ideado hasta el momento. Una y otra vez vio el universo terminado. Se sintió feliz y orgulloso. Fue soberbio.

De pronto, escuchó un estruendo gigante, algo inesperado, fuera de cualquier perspectiva, de cualquier relación de causa y efecto.
Se despertó transpirando, exaltado, aturdido, gimiente, temeroso.
Vio que a sus pies todo se había gestado. El comienzo de esa maquinación ardorosa estaba en marcha, pero su genealogía era un misterio. A partir de ese momento, se dedicó a encontrar y comprender las causas de la explosión.